Nahuel Moreno

ACTUALIZACION DEL PROGRAMA DE TRANSICION

El revisionismo tiende a destruir a la internacional

esde hace casi cuarenta años estamos inmersos en el más colosal ascenso revolucionario; ascenso que ha llevado a que en muchos países se haya expropiado a la burguesía mediante revoluciones triunfantes sin que nuestra Internacional haya dirigido ninguno de estos triunfos, ni siquiera tomado el poder en alguno de esos países. A pesar de ese ascenso y esos triunfos, nuestra Internacional sigue siendo muy débil y propagandista.

Esa debilidad obedece a las mismas razones que explican el fortalecimiento de los aparatos contrarrevolucionarios del movimiento de masas. Más concretamente, obedece a que la formación del trotskismo, desde el período anterior a su fundación hasta sus primeros años de existencia, se hizo en la etapa del retroceso y derrota del movimiento obrero. Debido a ello, no hubo posibilidades objetivas de que sus cuadros se foguearan en el seno del movimiento obrero; ellos adquirieron un carácter intelectual y propagandístico y nuestro movimiento, por consiguiente, no pudo estar formado por dirigentes proletarios. Nuestra Internacional había sido fundada nadando contra la corriente. El fortalecimiento de los aparatos contrarrevolucionarios en esta postguerra hizo que, en cierta forma, siguiéramos nadando contra la corriente a pesar del ascenso, ya que el movimiento de masas seguía a direcciones burocráticas.

Sin embargo, a pesar de este fortalecimiento de los aparatos y de la debilidad actual de nuestra Internacional, ésta ha crecido, se ha desarrollado y ha tenido posibilidades de crecer y desarrollarse mucho más. Incluso tuvo la posibilidad de haber tomado el poder en Bolivia, lo que hubiera cambiado todo. La ley de que cuando hay ascenso se fortifican los aparatos pero también la izquierda revolucionaria, se ha dada en estos cuarenta años de ascenso revolucionario; y si este proceso no se ha dada con mucha más intensidad, se debe a la propia historia de nuestra Internacional y, más concretamente, al nefasto papel del revisionismo pablista.

El año 1951 divide en dos la historia de nuestra Internacional: antes y después del revisionismo pablista. A partir de esa fecha, en que su dirección es copada por el revisionismo, nuestra Internacional entra en crisis, se disgrega.

Anteriormente, con el asesinato de Trotsky habíamos tenido otra crisis, pero de un carácter muy diferente. Su muerte provocó una crisis de dirección que impidió que nuestra Internacional avanzara mucho más durante la postguerra. La desaparición de Trotsky es un hecho cualitativo en la historia de nuestra Internacional. Como consecuencia de su desaparición nos quedamos —de hecho— sin nuestra dirección histórica. Generalmente nuestro movimiento recuerda el nefasto 21 de agosto de 1940 desde el punto de vista de la biografía de nuestro maestro y no recalca suficientemente lo que significó desde el punto de vista político para el proletariado mundial y para nuestra Internacional. Tampoco señalamos lo suficiente que el asesinato no sólo tuvo como motivación la venganza, sino un objetivo contrarrevolucionario precise: dejar sin dirección histórica personal al ascenso revolucionario de postguerra y a la Cuarta Internacional.

El stalinismo logró ese objetivo en gran medida: de hecho, nuestra Internacional se quedó sin una dirección construida y experimentada en la lucha de clases que le permitiera enfrentar los nuevos y tremendos problemas que nos plantearía la postguerra. Como consecuencia de ello, durante la guerra la dirección y el centro de nuestra Internacional quedó —de hecho— en manos del SWP que, por otra parte, si bien no dejó de cumplir un papel progresivo en la reconstrucción de nuestra Internacional durante la guerra y en la inmediata postguerra, se negó a transformarse en el eje de la dirección, que era el papel que le correspondía asumir. Debido a ello, en la inmediata postguerra la dirección cayó en manos de la nueva dirección europea, principalmente de Pablo. La muerte de Trotsky hizo que nuestra Internacional no haya sabido responder con rapidez a los nuevos fenómenos que nos planteó la guerra y la postguerra: la combinación de la guerra interimperialista con la guerra contrarrevolucionaria, la división de Alemania y su desaparición por décadas como centro del proceso revolucionario europeo, la ocupación de una parte de Europa —la del Este— por la URSS, la transformación de estos estados en estados obreros burocratizados, los casos Yugoslavia y China, el “plan Marshall”, la reconstrucción capitalista europea y el boom económico. Los documentos de nuestra Internacional luego de la muerte de Trotsky son sectarios y rudimentarios. Su punto fuerte es la defensa de las enseñanzas de Trotsky.

Pero junta con estas gruesas fallas, gracias a su existencia, gracias a su método y a su programa, y gracias a la defensa de las enseñanzas de Lenin y Trotsky, la Cuarta Internacional fue la única corriente del movimiento obrero que supo dar respuestas marxistas revolucionarias a todos los fenómenos, aunque con tardanza. Es así como definimos correctamente a los nuevos estados obreros dirigidos por el stalinismo como burocratizados. La crisis de dirección provocada por la muerte de Trotsky se iba superando lentamente a medida que comenzaba a madurar la nueva dirección de la Internacional, principalmente las direcciones de las secciones francesa e inglesa de aquella época. Este proceso de superación de la crisis de dirección provocada por el asesinato de Trotsky se corta abruptamente como consecuencia del revisionismo pablista. El impacto de la “guerra fría” y de los nuevos estados obreros burocratizados bajo dominio stalinista sobre esa nueva dirección de nuestra Internacional no fogueada en la lucha de clases, tuvo efectos catastróficos: hizo volar por los aires el lento progreso y maduración; aunque no llegó a la destrucción, como se proponía Pablo, nuestra Internacional se disgregó.

Esto se debió a que nuestra dirección Internacional era —esencialmente— una dirección intelectual, incapaz de resistir la presión del stalinismo y de las direcciones del movimiento de masas que parecían omnipotentes por su control de los nuevos estados obreros enfrentando en la “guerra fría” al imperialismo norteamericano. Ante esta doble presión de la contrarrevolución imperialista en plena contraofensiva y del stalinismo —que había ocupado el Este de Europa para mejor aplastar la movilización independiente y revolucionaria del proletariado de esos países—, Pablo capituló completamente al stalinismo y a todas las direcciones burocráticas pequeñoburguesas del movimiento obrero. Su política de “entrismo sui generis ”, su análisis de que la guerra fría obligaría a los partidos comunistas a ir a la guerra civil y a la revolución obrera, su teoría de “un siglo de estados obreros deformados”, eran el intento, por parte de Pablo, de meter de con trabando dentro de nuestras filas una concepción global al servicio del stalinismo, justificatoria de su política de traición y desmovilización. Su revisionismo se concretaba en el hecho de que pretendía desarrollar la Cuarta Internacional y sus secciones, abandonando la lucha más intransigente contra el principal aparato contrarrevolucionario del movimiento de masas, el stalinismo.

El pablismo tuvo efectos devastadores sobre nuestra Internacional. No conforme con capitular al stalinismo, se comenzó a capitular a toda dirección o aparato que controlara al movimiento de masas. Esta capitulación se cobijaba bajo un falso objetivismo: la presión del movimiento de masas es tan fuerte que obligará a todas las direcciones a adoptar un curso centrista revolucionario permanente cada vez más progresivo, que las llevará inconscientemente hacia el trotskismo. Debido a la dirección pablista, el glorioso e inmaculado nombre de nuestra Internacional y del trotskismo fue arrastrado al tango del oportunismo y de la traición.

La síntesis de la traición pablista se dio en Bolivia. En este país el POR (Partido Obrero Revolucionario) boliviano, sección de la Internacional, llevado de la mano de Pablo, cometió una de las traiciones más tremendas contra una revolución en lo que va del siglo. Tan o más grande que la de los mencheviques a la Revolución Rusa, que la de los socialdemócratas durante y después de la Primera Guerra Mundial, que la de los stalinistas en China, en Alemania o en España etcétera. En Bolivia, la clase obrera, educada por el trotskismo, llevó a cabo —a principios de abril de 1952— una de las revoluciones obreras más perfectas conocida: destruyó al ejército burgués, constituyó milicias obreras y campesinas como único poder real en el país, y organizó la Central Obrera Boliviana para centralizar al movimiento obrero y a las milicias. La burocracia que dirigía la COB entregó el poder —que estaba en sus manos— al partido nacionalista burgués, al MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario). El trotskismo boliviano era una potencia, tenía gran influencia en el movimiento obrero y de masas, había participado como codirección en la insurrección obrera y popular que había destruido al ejército. El Secretariado Internacional (SI), dirigido por Pablo, dio la línea traidora y reformista de apoyar críticamente al gobierno burgués. La crisis actual del trotskismo boliviano, la crisis actual de toda la Cuarta Internacional, la fortaleza del stalinismo en Bolivia y de todos los movimientos nacionalistas pequeñoburgueses en América latina, arrancan de esa política criminal de colaboración de clases que Pablo obligó a practicar en Bolivia a toda nuestra Internacional. El principio revisionista pablista era siempre el mismo: el MNR, presionado por el movimiento de masas, iba a verse obligado a hacer una revolución socialista.

El pablismo no se conformó con entregar la revolución boliviana a un gobierno burgués sino que amplió sus traiciones a Francia y a Alemania del Este. En el año 1953 estalló una gran huelga general en Francia contra la voluntad del stalinismo. El pablismo no sólo hizo entrismo en el Partido Comunista, sino que avaló la traición de éste. Lo mismo hizo con el comienzo de la revolución política en el Este de Europa. Cuando los obreros de Alemania del Este salían a una huelga general en Berlín contra la burocracia, y los tanques rusos entraban para reprimir la huelga, el Secretariado Internacional (SI) estuvo en contra de exigir el retire del Ejército Rojo, haciéndose cómplice de la represión burocrática al movimiento obrero en Alemania Oriental. Lo mismo hizo al comienzo de la revolución húngara contra el stalinismo.

Aunque Pablo es quien ha llevado hasta sus últimas consecuencias teóricas y políticas esta desviación revisionista, el revisionismo no se limita a él. Es una corriente mucho más amplia que se ha encargado de mantener, desde entonces, en una crisis permanente a nuestra Internacional. Como toda corriente revisionista es un frente sin principios, formado por distintos matices y corrientes. Esta corriente revisionista que copó la dirección de nuestra Internacional en 1951 se caracteriza por haber capitulado sistemáticamente, durante estos últimos treinta años, a las direcciones burocráticas o pequeñoburguesas del movimiento de masas y por haber abandonado nuestra intransigente lucha contra esas direcciones para construir y desarrollar nuestros partidos como única posibilidad de superar la crisis de dirección revolucionaria del movimiento de masas. Es así como el revisionismo, en lugar de denunciar a estas direcciones burocráticas y pequeñoburguesas, ha capitulado sistemáticamente ante ellas: caracterizándolas como progresivas, transformándose en el ala izquierda de corrientes burocráticas y pequeñoburguesas y abandonando toda actividad independiente trotskista claramente delimitada de esas corrientes oportunistas. Dado este carácter de frente sin principios, el revisionismo tiene a su frente distintas figuras y dirigentes caracterizados en cada etapa de su desarrollo. Pero todas estas figuras, dirigentes y matices tienen en común su línea de capitulación a esas corrientes oportunistas que dirigieron alguna revolución triunfante o algún movimiento de masas. Por eso capituló en su primera etapa al titoísmo, al maoísmo, en líneas generales al stalinismo y a sus distintas variantes, y también entonces se da la capitulación al MNR de Bolivia. A esta primera etapa revisionista le sigue una segunda, que es de capitulación al castrismo.

El hecho de que el castrismo fuera una corriente pequeñoburguesa del movimiento de masas y no una corriente directamente ligada a la burocracia cuando tomó el poder, le ha servido al revisionismo para jalonar su capitulación desde el año 1960 hasta la fecha. Esa capitulación al castrismo —la que define al estado cubano, de hecho, como obrero revolucionario y no como estado obrero burocrático— ha tenido distintas etapas. La primera fue de capitulación directa al castrismo. Posteriormente se capituló a escala latinoamericana al guerrillerismo guevarista. Esta se extendió a Europa con la capitulación a la vanguardia, primero guevarista y, luego de la muerte del “Che”, ultraizquierdista. Y últimamente esa capitulación al castrismo se extendió al FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) nicaragüense. Como siempre, el revisionismo tiene distintos matices en la actualidad: existe la corriente claramente revisionista que, al igual que Pablo en 1951, lleva hasta sus últimas consecuencias sus posiciones, es decir, capitula no sólo al FSLN sino directamente al castrismo, a la dirección vietnamita, a la burocracia stalinista. Hay otras corrientes que son revisionistas vergonzantes, sobre las que nos extenderemos un tanto.

Acompañando como una sombra a los dirigentes que expresan sus posiciones revisionistas con claridad y sin ambages —como Pablo en su momento y el SWP ahora—, existe una corriente centrista que es parte del mismo revisionismo. Esta corriente revisionista ha desarrollado algunos de los puntos teóricos revisionistas más importantes como, por ejemplo, que hay un neoimperialismo que desarrolla las fuerzas productivas y otras variaciones teóricas revisionistas parecidas. Lo que caracteriza a esta corriente —centrista, pero que forma parte fundamental de ese mismo revisionismo— son dos hechos: el primero, que en la forma no rompe con las formulaciones trotskistas; el segundo, que forma parte orgánica del revisionismo aunque discute con él internamente, pero sin denunciarlo como revisionista, ya que se limita a asegurar que son errores tácticos o teóricos. Si formalmente defiende algunas posiciones trotskistas es para mejor contrabandear y hacer pasar las posiciones revisionistas. Hay, de hecho, una división de tareas entre esos dos matices, una relación muy parecida a la que había entre Bernstein y Kautsky a partir del año 1914.

Sintetizando, podemos decir que el revisionismo es caracterizado por sostener, a lo largo de treinta años de su historia, lo siguiente: 1. que las fuerzas productivas de la humanidad siguen creciendo bajo esta nueva etapa imperialista que definen como neoimperialista o neocapitalista; 2. que las direcciones del movimiento de masas —burocráticas, stalinistas o pequeñoburguesas— pueden adoptar un curso centrista, permanentemente progresivo, que las lleva a posiciones revolucionarias; más concretamente, que las direcciones burocráticas o pequeñoburguesas obligadas por la presión del movimiento de masas y la presión en contra del imperialismo, y por verse obligadas a expropiar a la burguesía nacional, se convierten en centristas revolucionarias y, por lo tanto, hay que apoyarlas y no combatirlas frontalmente como direcciones oportunistas; 3. como consecuencia de lo anterior, que hay zonas del movimiento obrero, países, donde no está planteada como tarea urgente construir partidos trotskistas para derrotar a estas direcciones contrarrevolucionarias; 4. no está planteada, por lo tanto, ni la construcción de partidos trotskistas ni la revolución política en Cuba.

El centrismo dentro del revisionismo justifica su ligazón orgánica con las corrientes claramente revisionistas, argumentando que nosotros hacemos la definición de revisionistas debido a una exageración fraccionalista; que no es una definición marxista sino un epíteto. Su argumento es que el revisionismo se caracteriza por ser una corriente del marxismo que refleja los intereses de la burocracia y de la aristocracia obrera, y que en nuestra Internacional jamás ha habido una burocracia. La mitad de este razonamiento centrista es correcto: sólo hay revisionismo cuando detrás de él hay fuerzas sociales enemigas de las necesidades históricas de la clase obrera. Yerra cuando limita esas expresiones sociales solamente a la burocracia y a la aristocracia obrera.

No todas las corrientes revisionistas que conoce la historia del marxismo han sido producto de la burocracia obrera. El bernsteinismo, el primer revisionismo, el de fines del siglo pasado y principios del actual, no tuvo como soporte a la burocracia obrera, sino a la intelectualidad pequeñoburguesa que se había unido al Partido Social demócrata alemán. Y desde allí se extendió a todo el mundo reflejando a ese mismo sector social. Dentro de nuestro propio movimiento, lo mismo nos ocurrió con el shachtmanismo, con el antidefensismo: fue una corriente pequeñoburguesa intelectual que cuestionaba todos los principios fundamentales de nuestro movimiento porque reflejaba a un sector de clase extraño al movimiento obrero y a sus sectores más explotados.

El revisionismo pablista y sus socios centristas hunden sus raíces en los mismos sectores y, por la misma razón, tienen el mismo método de razonamiento que el antidefensismo. El antidefensismo tiene en común con el revisionismo que ambos abandonan la defensa de aspectos fundamentales de la herencia marxista revolucionaria. El antidefensismo abandona la defensa de la más grande conquista objetiva del movimiento obrero hasta la Segunda Guerra Mundial: el estado soviético de la URSS. Y capitula al avance de la contrarrevolución fundamentalmente en Estados Unidos. La característica del moderno revisionismo y lo que tiene de común con los antidefensistas, es que también son antidefensistas, pero no de la URSS, sino de la Cuarta Internacional, la más grande conquista subjetiva del proletariado mundial, cediendo a las presiones de los aparatos contrarrevolucionarios del movimiento de masas o de los estados obreros burocratizados que dirigieron a regañadientes algunas de las luchas y conquistas más progresivas del movimiento obrero. Ambos tienen el mismo método de aplicación del principio de identidad, pero aplicado a etapas distintas. Los antidefensistas de la URSS son revisionistas en la etapa de avance de la contrarrevolución; los antidefensistas de la Cuarta Internacional, en la etapa de avance de la revolución.

Los antidefensistas de la URSS decían: el stalinismo contrarrevolucionario es producto de un avance de la contrarrevolución y la URSS también es contrarrevolucionaria como estado. Ponían un signo igual entre la dirección contrarrevolucionaria del estado obrero y el estado obrero mismo, sin ver que eran fenómenos altamente contradictorios y que coyunturalmente formaban parte de un mismo todo, el estado obrero degenerado. El revisionismo del trotskismo actual pone un signo igual entre el avance de la revolución y las direcciones contrarrevolucionarias burocráticas: como la revolución avanza, las direcciones que están al frente del movimiento de masas, sean burocráticas o pequeñoburguesas, también avanzan inexorablemente con ella.

Este razonamiento, desde el punto de vista formal, obedece a una lógica profunda: si los partidos oportunistas seguirán empíricamente dirigiendo la revolución socialista internacional, ¿para qué ser sectarios tratando de combatir a esos partidos y oponerles los nuestros? Se niegan así a distinguir estos dos polos altamente contradictorios de la realidad contemporánea, que forman una unidad coyuntural, momentánea, poniendo un signo igual entre ellos: ascenso de la revolución es igual a transformación revolucionaria de la dirección. De este razonamiento sacan la conclusión abierta o encubierta de que la Cuarta Internacional no es mas necesaria, que puede transformarse en una sociedad fabiana internacional de la época revolucionaria. Es decir, son derrotistas respecto a la Cuarta Internacional, le hacen perder su razón de ser: la lucha intransigente contra las direcciones oportunistas en el ascenso revolucionario, hasta la derrota definitiva del aparato contrarrevolucionario en el movimiento de masas o en el estado obrero burocratizado.

Ambos revisionismos, el antidefensismo como el pablismo y la corriente centrista que apaña al pablismo, responden a la misma razón social: son dirigentes no hechos al calor de las luchas del movimiento obrero, que llegaron a la dirección como intelectuales y traicionaron como tales. Este carácter de clase de las corrientes revisionistas explica su supervivencia y el papel centrista en favor del revisionismo que le tocó jugar al otro matiz. Todo el revisionismo, en sus distintos matices, tiene en común esa base de clases que lo hace impresionista, propenso a ser impactado por los grandes hechos que publica la prensa burguesa o burocrática. Debido a eso —como toda corriente pequeñoburguesa— no cree en la clase obrera y en sus luchas revolucionarias ni en las posibilidades de la Cuarta Internacional. De ahí que siempre estén buscando atajos, variantes que nos eviten el duro y terrible lugar que tenemos como luchadores intransigentes contra los aparatos burocráticos del movimiento de masas y como constructores de partidos trotskistas en todos los países del mundo.

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